El cuarto angosto: Analía Pascaner - Viviana Walczak


La stanza stretta (Racconto)
Traduzione Viviana Walczak

Luca era fermo in mezzo alla stanza guardandosi intorno con lo sguardo attonito. In principio soltanto intuiva ma poi capi ció che stava accadendo. La porta era sparita del tutto ed al suo posto c'era una striscia di legno. Le sue labbra si seccarono e la sua gola soffocó un urlo.
La stretta stanza di pareti chiare s'impiccoliva schiacciandolo. Le pareti si scurivano in fretta, avvicinandosi minacciose. Il tetto scendeva ed era diventato buio come la notte che aveva appena osservato qualche minuto prima eppure, la finestra non c'era piú, al suo posto solo c'era un piccolo rettangolo piú chiaro. Si sentiva ingoiato ed asfissiato da quella stanza che si stringeva ogni volta di piú. Cercó di chiedere aiuto ed aprí la bocca sperando che il suo urlo sorgesse dal piú profondo del petto, ma non fu possibile proferire alcun suono, poiché le pareti giá sfioravano la sua pelle.

©Analia Pascaner
Scrittrice ed Editrice argentina


Traducción incluida en el blog de Viviana Walczak:
www.anconalontana.blogspot.com/2010/04/la-stanza-stretta-racconto.html

Otros espacios de Viviana Walczak (Argentina), escritora, artista plástica, docente bilingüe, prologuista:


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El cuarto angosto

Lucas estaba parado en medio de la habitación mirando a su alrededor con ojos atónitos. Al comienzo sólo lo intuyó, pero en ese momento estaba seguro de lo que ocurría. La puerta había desaparecido totalmente: un listón de madera ocupaba su lugar. Sus labios se secaron y su garganta ahogó el alarido.
El cuarto angosto de paredes claras se achicaba y lo comprimía. Las paredes se oscurecían aprisa, se acercaban amenazantes. El techo bajaba y se había tornado tan negro como la noche que observara por la ventana unos minutos antes; sin embargo ya no había ventana, sólo un pequeño rectángulo algo más claro se hallaba en su lugar. Se sentía devorado y asfixiado por ese cuarto que se estrechaba cada vez más y más. Se empeñó en pedir auxilio, abrió su boca muy grande y procuró que el grito brotara desde lo más profundo de su pecho, mas no pudo proferir sonido alguno, las paredes ya rozaban su piel.
.....................................................................Agosto 2004
©Analía Pascaner
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Un soplo de luz: Analía Pascaner - Gustavo Vaca Narvaja

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Un soplo de luz
Texto original

....................................Para K B, siempre pegada a mi corazón

La supremacía del leopardo la sorprendió sobre una de las ramas bajas del roble. Sus ojos verdes destilaban odio y sus gruñidos abundaban en reproches. De un zarpazo la derribó y jugueteó con ella, arrancó algunas de sus plumas y prosiguió ultrajándola. Sus punzantes garras se ahondaron una y otra vez en su corazón. La calandria se derrumbó y sangró. La arrogancia del leopardo la destrozó y desparramó esos pedazos a su alrededor sin compasión. Luego colocó su pata encima del menudo pecho blanquecino, mientras clavaba todas sus dagas en aquél que suponía su oponente. Y cuando creyó acabada su tarea, el felino se marchó arrojándole sus propias culpas y miserias. La calandria permaneció unos instantes en el suelo y, con extremada suavidad y admirable compostura, desplegó sus maltratadas alas mientras ocurría la transformación.
Una mujer de mediana edad recogía los trozos de su integridad, esparcidos por doquier. Una mujer que en esa contienda inútil llorara aunque ni una sola lágrima humedeciera sus ojos, y gritara aunque ni un solo sonido traspasara el límite de sus labios. Un profundo dolor abatía su alma. Se inclinó y descansó todo el peso de su maltrecho cuerpo sobre sus manos temblorosas, aferradas al borde de una mesa como a la vida misma. En ese momento, profusos lagrimones empaparon su rostro impidiéndole poseer una clara visión, sin embargo logró distinguir una luminosa figura.
La contempló con cuidado: apenas sobrepasaba la altura de la mesa, los ojos relucientes clavados en sus propios ojos, penetrando hasta su alma. Las lágrimas comenzaron a diluirse mientras apreciaba su cabello claro y brillante, sus pupilas renegridas, sus pestañas casi invisibles, su menuda nariz, sus mejillas rozagantes, sus labios húmedos, su cuello redorgete, su ropa impecable, su frágil e indefenso cuerpecito, sus manitos apoyadas sobre la mesa. La imagen, borrosa hacía apenas segundos, adquirió absoluta nitidez. La luz que emanaba de ese pequeño ser colmaba la habitación.
La mujer soltó sus manos de la mesa sin apartar su mirada de los ojos de la niña. Procuró y consiguió mantener su entereza física y anímica y se arrodilló para estar frente a esa criatura que la observaba atentamente. La tomó entre sus brazos, la alzó y le pidió un abrazo de ésos que sólo ellas dos saben darse. Se abrazaron durante un tiempo que resultó infinito, placentero, cálido, puro. Los brazos de la mujer rodearon por completo esa espalda pequeña y la estrechó con la fuerza del cariño, con el poder de la comprensión, con el deseo de recibir su desinteresado amor. La mejilla de la pequeña pegada a la suya, las delicadas manitos reposando en su nuca, la respiración inocente y agitada tranquilizándola poco a poco. Esos dos corazones palpitaban a un mismo ritmo de entendimiento y ternura, un ritmo de urgencia y necesidad mutua de detener todos los relojes y permanecer unidas para siempre.
La mujer se agachó lentamente, depositó con delicadeza a la niña sobre el suelo y volviendo a esos ojitos curiosos y brillantes, expresó con voz tranquila:
-Todo está bien, mi amor, creeme que todo está bien, si?
La pequeña asintió mientras su mirada se hundía en el alma malherida de la mujer, y ésta continuó hablando:
-Ahora andá que te esperan para salir de paseo. Todo va a estar bien. Siempre todo estará bien.
El beso húmedo y espontáneo reconfortó a la mujer de rostro salado y ojos melancólicos. Le dio una palmadita en la cola para animarla a marcharse y se incorporó.
Sus ojos se humedecieron cuando la pequeña se dio vuelta, ya cerca de la puerta, y le regaló una sonrisa repleta de redondos dientes de leche mientras balbuceaba un saludo.
La mujer guardó esa sonrisa en su corazón y comprobó que jamás habría situación o persona alguna que pudieran destruir la conexión que la unía a ese imponente y poderoso ser.
Finalmente, el canto de la calandria resonó triunfal.

……………………………………………………………………Agosto 2004
©Analía Pascaner
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Gustavo Vaca Narvaja, sobre un texto de Analía Pascaner

“Me atreví a intercalar algo... porque veía eso”. Gustavo Vaca Narvaja, escritor argentino.


Un soplo de luz

.........................Para K B, siempre pegada a mi corazón




¡Es a mí a quien han herido!
Es a mí
He volado tan alto
que por alas cansadas
me hirió una bala de plata
Gvn

La supremacía del leopardo la sorprendió sobre una de las ramas bajas del roble. Sus ojos verdes destilaban odio y sus gruñidos abundaban en reproches. De un zarpazo la derribó y jugueteó con ella, arrancó algunas de sus plumas y prosiguió ultrajándola. Sus punzantes garras se ahondaron una y otra vez en su corazón. La calandria se derrumbó y sangró. La arrogancia del leopardo la destrozó y desparramó esos pedazos a su alrededor sin compasión. Luego colocó su pata encima del menudo pecho blanquecino, mientras clavaba todas sus dagas en aquél que suponía su oponente. Y cuando creyó acabada su tarea, el felino se marchó arrojándole sus propias culpas y miserias. La calandria permaneció unos instantes en el suelo y, con extremada suavidad y admirable compostura, desplegó sus maltratadas alas mientras ocurría la transformación.



¡Cuántas!
¿Cuántas veces a mí me han deshecho?
Con excusas y mentiras
Convirtiendo mi vuelo en ceniza
y mi grito en silencio
Gvn

Una mujer de mediana edad recogía los trozos de su integridad, esparcidos por doquier. Una mujer que en esa contienda inútil llorara aunque ni una sola lágrima humedeciera sus ojos, y gritara aunque ni un solo sonido traspasara el límite de sus labios. Un profundo dolor abatía su alma. Se inclinó y descansó todo el peso de su maltrecho cuerpo sobre sus manos temblorosas, aferradas al borde de una mesa como a la vida misma. En ese momento, profusos lagrimones empaparon su rostro impidiéndole poseer una clara visión, sin embargo logró distinguir una luminosa figura.



Una imagen
Avasallante imagen
invade la quimera
de un destino intrépido
Belleza imbuida de vida
Gvn


La contempló con cuidado: apenas sobrepasaba la altura de la mesa, los ojos relucientes clavados en sus propios ojos, penetrando hasta su alma. Las lágrimas comenzaron a diluirse mientras apreciaba su cabello claro y brillante, sus pupilas renegridas, sus pestañas casi invisibles, su menuda nariz, sus mejillas rozagantes, sus labios húmedos, su cuello redorgete, su ropa impecable, su frágil e indefenso cuerpecito, sus manitos apoyadas sobre la mesa. La imagen, borrosa hacía apenas segundos, adquirió absoluta nitidez. La luz que emanaba de ese pequeño ser colmaba la habitación.

Y… ella brotó
de una oscuridad mansa
¿Y cómo era?
De ojos vivaces
Sonrisa contagiosa… y un
enigmático trazo…
Dibujada por Leonardo Da Vinci
Gvn


La mujer soltó sus manos de la mesa sin apartar su mirada de los ojos de la niña. Procuró y consiguió mantener su entereza física y anímica y se arrodilló para estar frente a esa criatura que la observaba atentamente. La tomó entre sus brazos, la alzó y le pidió un abrazo de ésos que sólo ellas dos saben darse. Se abrazaron durante un tiempo que resultó infinito, placentero, cálido, puro. Los brazos de la mujer rodearon por completo esa espalda pequeña y la estrechó con la fuerza del cariño, con el poder de la comprensión, con el deseo de recibir su desinteresado amor. La mejilla de la pequeña pegada a la suya, las delicadas manitos reposando en su nuca, la respiración inocente y agitada tranquilizándola poco a poco. Esos dos corazones palpitaban a un mismo ritmo de entendimiento y ternura, un ritmo de urgencia y necesidad mutua de detener todos los relojes y permanecer unidas para siempre.

¡Te ordeno!
¡Nace!
¡Nace pequeña princesa de plata!
¡Emerge sola!
Sola…
Muy sola
¡Y luego!
Besa la pantalla oscura de la noche, con
¡miles de estrellas!
¡Lluvia de pequeñas luces!
¡Luces…cientos…miles!
Gvn

La mujer se agachó lentamente, depositó con delicadeza a la niña sobre el suelo y volviendo a esos ojitos curiosos y brillantes, expresó con voz tranquila:
-Todo está bien, mi amor, creeme que todo está bien, si?
La pequeña asintió mientras su mirada se hundía en el alma malherida de la mujer, y ésta continuó hablando:
-Ahora andá que te esperan para salir de paseo. Todo va a estar bien. Siempre todo estará bien.
El beso húmedo y espontáneo reconfortó a la mujer de rostro salado y ojos melancólicos. Le dio una palmadita en la cola para animarla a marcharse y se incorporó.

Nada se puede
Después que la luna se opaca
Una brisa… tan solo una brisa
invisible
barre su historia
La tristeza del adiós sucumbe
ante la voluntad de vida
Gvn

Sus ojos se humedecieron cuando la pequeña se dio vuelta, ya cerca de la puerta, y le regaló una sonrisa repleta de redondos dientes de leche mientras balbuceaba un saludo.
La mujer guardó esa sonrisa en su corazón y comprobó que jamás habría situación o persona alguna que pudieran destruir la conexión que la unía a ese imponente y poderoso ser.
Finalmente, el canto de la calandria resonó triunfal.
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Hoy mi alma está gris: Analía Pascaner - Robert Gurney

Robert Gurney, sobre un texto de Analía Pascaner

"Cuando leí este texto en prosa, vi en seguida que es un poema. Lo arreglé en forma de un poema y lo devolví a Analía. Mi motivo fue el de animarla a escribir poesía, que, en realidad, es lo que ella escribe". Robert Gurney, escritor inglés.


Hoy mi alma está gris

Las cinco en punto
de esta amenazante tarde.

La bruma
permite descansar
de miradas intrusas
a las montañas
del oeste.

Detrás de esa espesura gris
adivino las formas
y los colores
de esas moles,
mudos testigos diarios
de la vida,
de mi vida.

Montañas misteriosas
y cautivantes,
jugando permanentemente
a cambiar de color,
atrapando todos los tonos
de gris y amarillo,
azul y verde;
mostrándose rosadas
cuando el sol las acaricia
en cada amanecer,
tornándose transparentes
cuando ese sol
desaparece
tras ellas.

Hoy descansan,
hoy no toman ningún color,
hoy me permiten
imaginarlas
como mi alma
desee sentirlas.

Una lluvia mansa
limpia el valle.

Observo las gotas
desprendiéndose
suavemente
desde el techo
gris plomizo.

Otras gotas danzan
entre las hojas
de los árboles y las plantas
antes de acariciar el pasto.

Hoy
quisiera transformarme en nube
para permanecer frágil
y poderosa,
cercana y lejana,
indemne e inalcanzable.

Hoy mi conciencia
al fin reconoce
el peligro de permanecer
inmersa en esta obsesión.

Obsesión caprichosa
ocupando mi mente
desde hace algún tiempo.

Obsesión absurda
envolviendo mi ser
en una tristeza asfixiante.

Obsesión semejante
a un monstruo absorbente
tomando mayor confianza
a cada minuto:
una telaraña
incómoda y pegajosa,
una luz oscura y dolorosa
naciendo en lo más profundo,
hiriendo mi interior,
desgarrando mis entrañas.

Un monstruo invasor
arrastrando mi vida,
apropiándose de mis sentimientos.

¡Ay!
con esta angustiante obsesión:
dueña absoluta
de cada uno de mis días.

Hoy deseo liberarme
y vagar con libertad.

Hoy todo es gris
en este inmenso cielo.

Hoy mi alma está gris…
y nada hago por impedirlo.


* * *

Hoy mi alma está gris
Texto original


Las cinco en punto de esta amenazante tarde.
La bruma permite descansar de miradas intrusas a las montañas del oeste. Detrás de esa espesura gris adivino las formas y los colores de esas moles, mudos testigos diarios de la vida, de mi vida. Montañas misteriosas y cautivantes, siempre intentando modificar sus colores; atrapando todos los tonos de gris y amarillo, azul y verde; mostrándose rosadas cuando el sol las acaricia en cada amanecer, tornándose transparentes cuando ese sol desaparece tras ellas. Hoy descansan, hoy no toman ningún color, hoy me permiten imaginarlas como mi alma desee sentirlas.
Una lluvia mansa limpia el valle.
Observo las gotas desprendiéndose suavemente desde el techo gris plomizo. Otras gotas juguetean entre las hojas de los árboles y las plantas antes de acariciar el pasto.
Hoy quisiera transformarme en nube para permanecer frágil y poderosa, cercana y lejana, indemne e inalcanzable.
Hoy mi conciencia al fin reconoce el peligro de permanecer inmersa en esta obsesión.
Obsesión caprichosa ocupando mi mente desde hace algún tiempo. Obsesión absurda envolviendo mi ser en una tristeza asfixiante. Obsesión semejante a un monstruo absorbente tomando mayor confianza a cada minuto: una telaraña incómoda y pegajosa, una luz oscura y dolorosa naciendo en lo más profundo, hiriendo mi interior, desgarrando mis entrañas. Un monstruo invasor arrastrando mi vida, apropiándose de mis sentimientos. ¡Ay! con esta angustiante obsesión: dueña absoluta de cada uno de mis días.
Hoy deseo liberarme y vagar con libertad.
Hoy todo es gris en este inmenso cielo.
Hoy mi alma está gris… y nada hago por impedirlo.

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Mayo 2004
©Analía Pascaner
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